He conocido desamparos de un ser querido
tan feliz en su vida, de juventud colmada,
como ignorante de sus desventuras
por propios errores y vilezas circundantes.
Quienes se suponía que la amaban la llenaron
de lágrimas de sal y fuego
y ella misma descuidó su cuerpo y alma
llegando a llagar a su alma y a su cuerpo.
¡Oh, tiempo, que destruyes lo que debió haber sido dicha!
Se oprime el corazón al ver el deterioro de lo que debió ser luz
y hoy vegeta esperando ser tiesa muerte… olvidada aun
por esas vidas engendradas y por quien las engendrara en vida.
Y duele ver ese dolor cercano, más aún en la impotencia
de poder sólo ofrecer un abrazo que pudiera consolarla
como consuela el opio…