Si no me quiere, que no me quiera
pero yo querré hasta el fin de mis días;
a quien quiera o no quiera
es cosa mía.
El sentimiento es libre y cabalga
sin censura; bravo, honesto y sin miedo y aunque parezca invisible, a veces saborea las mieles más dulces.
Querer a quien se quiera
provoca suspicacia
y al amor descoloca
soñando con querer o también que te quieran.
Es dura condena no saber si alguien te quiere o no te quiere,
y si te quieren, hay que dar un paso al frente y que sea lo que Dios quiera.
Querer o ser querido... habrá que averiguarlo.
¡Vaya lío!