Alma mía, sobre tus montes y valles,
circundando la belleza de tu bondad
y la celeridad muerta de tu alma;
tú, pena de mi dicha, estás oscureciendo
la felicidad de ser náufrago en un manantial,
llevándome a un pantano cenagoso.
Tú, albor de la verdad, dejaste inertes
mis latidos, los cosiste con hilo de indolencia,
y me dejaste en el camino del cautiverio,
de las rosas negras dentro de un pozo seco.
Entraña de mis entrañas, venas de mi sangre,
sonrisa de mi aliento, mirada de mi ilusión,
el verde esperanza lo has convertido en negro carbón,
y mi amor esplendoroso de verdor, ahora es un caos
de incertidumbre, sin rumbo, ni dirección.
Búscame cuando no tenga aliento,
cuando el cielo gris sea mi compañero
de insomnio, cenizas de un árbol moribundo,
pidiendo socorro.
Ojos carcomidos por las lágrimas,
me has dejado sumido en soledad inmortal,
río que no fluye, primavera sin sol,
luna roja, lágrimas de pasión envenenada
por un amor desleal a mi corazón.
Deja volar mi sonrisa, huyendo del caimán
llévame a cielos esmeralda, de infinito fulgor
déjame conocer el amor, en otros brazos
con otros ángeles que me transporten
a un paraíso donde no exista el desamor.
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