Un tobogán en donde paso a paso llegas a la cuesta y en un instante el vértigo
asecha tu valentía y te hace dudar.
Justo ahí te armas de valor y te dejas deslizar sin medir cómo será el aterrizaje.
Es cuestión de llegar y saber si amortiguas el final o simplemente te dejas llevar por
el impulso y raspas hasta más allá de tu espalda.
Así son las relaciones un subí baja de emociones que nunca sabes cómo controlar
A veces amortiguas la caída y otras veces te dejas llevar hasta que te das cuenta que
has raspado tu corazón.
Lo bueno es que siempre podemos volver a subir al tobogán de la vida y lanzarnos una y otra vez.
Hasta caer de pie o rodar de espalda, da igual, y que sólo importe el poder seguir deslizándote por el tiempo y disfrutar del final, sin importar cuál sea.
De lo vivido siempre tendremos el recuerdo y es mejor llenarse de vivencias que morir sin intentarlo una y otra vez. Igual siempre anochece y siempre habrá un amanecer, aquel día en que no lo haya, sabrán todos que donde hubo los viviste a placer y siempre creyendo en la aventura de arriesgarse, aunque sean imposibles y no sea lógico ni bien visto por la sociedad.
Relájate y deje que el universo haga su trabajo.