Tu llegaste a mi vida, sin saber que llegaste,
y llegaste en silencio como llega el amor;
y en tus ojos serenos si querer me apresaste
y me hiciste tu reo con tu eximio candor.
En mi pecho agitado dulcemente anidaste,
al libar de tus labios, su divino dulzor;
y exaltada en mi lecho, con caricias lograste
despertar las hogueras de encendido fervor.
En las horas celestes, que pasión me brindaste,
disfruté de la vida con tu mágico ardor;
y borracha de amores, con tus besos bordaste
un divino delirio de inefable fulgor;
y viviendo tu embrujo, de su luz me llenaste,
conquistando la gloria de tu regio esplendor.
Autor: Aníbal Rodríguez.