Al mirar la bella aurora
despedir la madrugada
con su luz enamorada
yo me puse a meditar:
«La vida es maravillosa,
un regalo incomparable;
y siempre (es lo deseable),
que la sepamos amar».
Ese día viendo el cielo,
con sus múltiples colores
sobre aquel jardín de flores
y un hermoso amanecer,
dije: ¡espléndida natura
que te pintas tan hermosa,
eres tú siempre amorosa,
cómo no te he de querer!
Y observando aquel paisaje
y las aves que volaban,
que sus cánticos cantaban,
alegraron mi vivir.
Pensé: son simples detalles,
que a veces no contemplamos
que, sin querer, ignoramos,
sin lo bello percibir.
Y miraba la montaña
que aquel sol iluminaba
y en silencio, yo observaba
cómo se abría una flor.
¡Ah, yo vuelvo y ratifico:
La vida es maravillosa,
ella, no es tan poca cosa,
si la vives con amor!
Y precioso es el paisaje,
colirio para los ojos,
culpable de los sonrojos
con la vista puesta al sur,
donde el mar se funde al cielo
como haciendo un solo manto
que pintado con encanto…
¡Pinta de color azur!