Del silencio llegaron tus pasos,
encontrándome callado,
por el miedo que brotaba de mi lecho,
sin abrigo, sin oídos, tembloroso.
Así me encontraste, ahí dejaste tu velo,
creando el templo donde despierta la vida,
donde un Dios canta,
ante el ensueño y el asombro,
que nace en mis adentros,
cuando la muchacha angélica,
adormecida de entregas despierta desnuda,
con su espalda contra mi pecho.
Ahí se silencia todo. Así se fecunda el vientre,
cuando las manos aprenden a mirarte,
y los ojos descubren tus besos,
en la ascensión pura del alma,
que alcanza las nubes,
escuchando el latido,
de tu pecho desnudo.
Una muchacha brotaba del silencio,
dejándome sin aliento,
en torno a la nada,
abriendo mi boca de anhelos,
para cerrarla con la suya,
como un soplo divino,
entregándome su aliento,
para volver a la tierra,
convertido en estrella.