1.
Me he sentado a esperar mientras hablo
a solas,
cerrando los ojos.
Y entonces veo abrirse una ventana grande
por donde viene una mujer
a sentarse en mi costado,
me acaricia el rostro como si me curara
de la muerte
y de los espacios diferentes que ya no pueden
cruzarse.
2.
¿Acaso piensas en mí? -murmura- y la tarde
sangra lentamente
y atisbo el nacer de una sombra
entre los espejos del agua y una voz que va
salpicando mi silencio.
Pero estoy lejos -le digo- detrás de ese muro
de letras en que me pongo dulce.
¿Por qué me has abandonado? -murmuro-
Y entonces escribo
con los dedos trenzados, enloquecidos
por no entender nada.
¡Siempre estaré contigo! -susurras- me tocas
las manos crispadas
y el frío desmesurado se va.
3.
En el psiquiátrico duermo y se calma todo,
la soledad, el ruido
y los huesos de mi lecho.
Solo allí puedo dormir mientras las voces
se distraen
con los doctores
y otras personas me llevan por las calles
de otro mundo,
por corredores con puertas enumeradas
y pijamas azules.
Solo allí duermo y mi silencio adquiere
forma de letargo
y no de abismo ni de un gran remolino lleno
de agresivos rostros.
4.
¿Quieres café? -me preguntas- y tus manos
tan suaves como dulces,
me alcanzan una humeante taza.
El aire se humedece en la noche y no es
por la tristeza.
Yo duermo, sé que duermo
y sé que eres la única rosa en que brillan
los astros de la noche.
Y ocultas tu rostro entre mis manos
¡No te vayas! -murmuro- y sonríes como deben
sonreír las mariposas
¡Hasta mañana…! -me dices- y me besas
los ojos tiernamente,
dejándome en la orilla de mis sueños,
en medio de todo este pabellón silencioso.