Las mil y una noches surgieron
raconto de esta narración conocida
donde ladrones las suyas hicieron
guardando cada botín tras la huida.
Horda de cuarenta fieras liberadas
que arrasaban lo que sea sin precio
cosecharon de la gente su desprecio
mientras sus bolsas traían rebalzadas.
Guarida oculta, camuflada, perdida,
bóveda granítica de puerta rodante,
dos palabras mágicas abrían la vida
hacia el camino del oro y brillantes.
Pensaron su secreto estaba seguro
Que solo ellos conocían su ubicación.
Sorpresa, un leñador oyó el conjuro
pues trabajaba cercano a la locación.
Del visitante Ali Baba era su nombre
Sencillo leñador ayudado por mulas.
Tras lo atestiguado surgieron dudas
del poder fraseado por aquel hombre.
Ser de vida humilde y trabajadora
Alá le dió oportunidad de premiarse.
Solo cortar troncos esa alma soñadora
ahora lograría en riquezas bañarse.
Ábrete Sésamo! dijo dudosa su boca.
Cuando la puerta sumisa respondió,
al dorado deseado la oscuridad cedió
mientras su mirada se volvía loca.
Antes que los ladrones retornaran
Ali Baba cargó varias bolsas de oro.
Ciérrate Sésamo!, la puerta cerrada
y escapó en mula cargando el tesoro.
Kasim, hermano de Alí, ambicioso,
asimiló la frase mágica del leñador
para tener su premio de ganador.
Al ver las monedas quiso mas gozo.
Frente a la cueva perdió la memoria,
todo cereal llamaba menos el sésamo,
hasta recordar la palabra ejecutoria
calmando su avaricia como bálsamo.
En la cueva Kasim tomó su parte
y al intentar salir olvidó la frase.
Asustado buscó algo que lo sacáse
pero sin el conjuro era muy tarde.
Al retornar los cuarenta ladrones
el jefe al encontrarlo se sorprendió,
descuartizarlo fue la orden que dió
y sus restos tirados sin dilaciones.
Alí estaba turbado por la espera,
su hermano no podía tanto tardar.
Cuando fue a buscarlo a la cueva
halló sus restos en todo el lugar.
Recogió triste de Kasim cada pieza
para darle al regresar su sepultura.
Ante esto, el jefe percibió esa figura
versada del hecho y no saldría ilesa.
Intentando ubicar la morada de Alí,
al final descubrieron donde estaba.
Vestido el jefe de mercader llegó allí
y 39 ladrones en tinajas disfrazadas.
Morgana, sirvienta de Alí, advirtió
del plan que se pretendía llevar.
Aceite caliente ella hizo derramar
en cada tinaja y a los ladrones mató.
El jefe sometido escapó inmediato
todo su séquito había sido terminado.
Luego, como venganza por tal acto,
juró un ataque al enemigo marcado.
Tiempo después, también mercader,
el ladrón un pariente de Alí conoció.
Por la amistad nacida, con el celebró.
Fiesta donde su venganza iba a caer.
Otra vez Morgana lo pudo evitar.
Era noche, cena familiar, una danza
emuló con una daga que pudo clavar
en el mercader dando fin a su andanza.
Así termina esta historia de travesía.
Los ladrones pagaron por su avaricia.
La cueva mantuvo su mágica codicia.
Ali Baba y los 40 ladrones hecho poesía.
Vito Angeli