Lejos de este mundo, en la inmensidad del encanto hecho tiempo y espacio,
donde mora el cañón de la compasión, el orden del revés y las tormentas sorpresivas;
habita el frenesí de mi libertad,
disociado en aroma a vainilla, que invita a sentirse viva:
Respirar las nubes, beberse las cascadas en sorbos de amor,
palpar las estrellas...
como si las galaxias se nos fueran a escapar de la punta de los dedos.
Incita un afán caótico de musitar la dicha de percibirse diminuta.
En dimensiones guarece un corazón noble e inmenso,
pretendiendo curar la esencia humana
de una vida hecha al tamaño de la imaginación de los infantes,
en juegos inventados por sus mentes.
-\"La paz está en lencería\"-,
afirma un sol carnavalero,
amparado por lunas encendidas
Y la esperanza hecha vida.
Hay momentos que quieren ser pintados como flores en mis cabellos,
escritos con un sabor indeleble en la piel.
Ese arte infinito es un antojo de unos ojos,
recitados, achocolatados, almendrados e irrepetibles.
Hay voces que quieren conquistar fronteras:
Ir a Venus a través de dulces hoyuelos,
que extrañados por la lobreguez del pensar,
escapan sin antes hallar al sagaz.
Hay galaxias en unos \"buenos días\",
inmortalizados en grafemas de libros sobre la mesa.
Tal vez la vida es la calma efímera,
plena, adolorida y cojeante.
Es una suave caricia en la piel
y en las heridas de la emoción.
Es un amor sin salida,
una caída, el norte y el furor.