Recuerdo aquel clarín quebrando el aire
donde dolía la muerte.
Un clarín y sólo su sonido, en esa quietud
sin tañidos de campanas; y yo de pie
era una estatua inmóvil
con el alma partida, apoyada en el capullo
de la rosa.
Fue corto el estridor, pero serán eternos
sus ecos repercutiendo en mi ser
donde dejó ese día como ofrenda
un recuerdo de bronce.
De mi libro “Del ser de mi existencia”. 2018 ISBN 978-987-4004-71-0