En el jardín del descanso eterno,
Vigila el ángel lamentador
Testigo de llantos y condolencias
Del castigo y el dolor.
Inquietante es el silencio
Que oculta el viento aterrador.
embajador del sufrimiento
Centinela que agonizó.
Me observa, penetrante,
Desde el panteón.
Vistiendo Invierno por fuera,
Pero adolorido el corazón.
Por Las almas errantes que entrega
La dicha de lo efímero,
Las muertes que yacen dormidas
Aún cuando sale el sol.
Tristeza honda y profunda
Tatuada en la tez
Deja fluir entre las tumbas
Infinita languidez