Cuando el indefenso eriza sus espinas,
has de tener presente que es arriesgado
porque usará lo más débil de tu estado
para infringirte una derrota imprevista.
Cuando aparece ante ti lo más hermoso
hasta nublar tu conciencia ese milagro,
no has de ser ni caminar improvisado
puesto que todo lo brillante no es oro.
Cuando el cielo te presente nubes blancas
entre espacios de un celeste inmaculado,
te recuerdo que lo visto y lo admirado
se desvanece al momento en el que pasa.
Cuando la música acude a tus oídos
en apariencia festiva de agasajos,
siempre existe al mismo tiempo un descalabro
o en algún lugar del mundo un desatino.
Cuando la fortuna a tu puerta ha venido
sin haberla requerido ni llamado,
no te creas que cualquier necesitado
a tu lado esa ventura ha compartido.
Cuando la luna aparece en su esplendor
en el escenario de un cielo estrellado,
admiras su blanca tez embelesado
negando su faz oculta o su otro yo.
Cuando juzgamos las cosas que nos pasan
con la arbitrariedad de la sinrazón,
cometemos voluntarios el error
de volvernos egoístas, por desgracia.