Llegaste con la primavera,
cuando más te necesitaba,
alborotando mi sangre y el alma mía.
Llegaste con el sol de la mañana,
cuando menos te esperaba,
matando mi tristeza y esta larga agonía.
Llegaste por el mismo sendero por el que te fuiste,
tras las huellas que al partir dejaste,
y que entre penumbras te alejaste.
Llegaste frágil y distante,
con tu infinita mirada de profundo mar,
y que a pesar de los años idos,
mi corazón nunca te dejó de amar.
Llegaste a vislumbrar, como me duele la piel,
cuando a mi lado no estás,
ah! cuanto te eché de menos amor,
que hoy al verte de nuevo,
se fundió tu espacio con el mío.
Llegaste a entenderme como soy,
a comprender mis desvaídos,
y a mitigar mis sueños de locuras.
Llegaste amor mío y atrás quedaron,
mis horas de soledad y de llanto.
Ahora que la dicha me embarga,
te escribo versos y con el viento canto.
Canto de día y canto de noche,
con alegría, sin rencor, ni reproche,
canto, sobre las dormidas aguas de una laguna,
mientras nos besa de luna.
Iván Madueño Luján