Roedores acechan en las calles y un mirar cansado de estar metido en la mente avanza perdido en el suelo. Pequeño transeunte solitario que se aferra al corazón de la vida, pero no puede saborearlo... Los sinsabores de la mente despiadada le recuerdan que lo han abandonado. Un gato trotamundo de tejados quisiera ser, para sentir los misterios de la noche, sin que le pesen los ecos de esas épocas donde se sentía bien, y el mundo le rodeaba... Ahora, son pocos consuelos los que le buscan para quizá recordarle que lleva alas, dispuestas para trascender esa forma de mirar que lo limita... Quizá renacerá en el ímpetu de escribir, y vaciará sentimientos de pensamientos que pueden transitar sin que él a ellos se aferre, al reflejar la creación del alma que lo libera de su mente.