Tus ochenta y cinco flamantes
y mis viejos noventa años
nos dicen,
el tiempo, se fue en un instante.
Sin quererlo,
nos quedamos solos,
los hijos cual aves radiantes
con sus alas abiertas,
levantaron vuelo
al igual que un día
lo hicimos nosotros.
Hoy en la casa vacía
no aturden sus gritos
ni se oyen sus cantos
llenos de alegrías
tampoco se oyen los llantos
por perder en las porfías.
sólo quedamos, tú y yo.
Mis manos ya tiemblan,
las tuyas, están firmes
y suaves, cual flor.
mis piernas
ya no me ayudan
porque sin fuerzas quedé.
Si al buscarme,
ves que no aparezco,
no tengas miedo,
búscame en el suelo
porque al caer de la cama
ahí me quedé
al no poder levantarme,
lo que es natural a mi edad.
Más allá de esas dificultades
Inoportunas y pasajeras,
fue todo muy lindo,
lo que contigo he pasado,
fueron lo mejor de mi vida,
siempre te estoy agradecido
como agradezco a Dios
el haberte conocido.