¿A quién se le ocurrió este cielo azul
sin una nube,
esta luz en las calles cuando acecha la noche y mirarte es un prodigio?
Algún día
te escribiré un poema en que no hable de fuentes ni de pájaros
y sólo huela a ti y a este fulgor
de claridad primera que nace si te nombro.
No temeré a la noche mientras nazcan las sombras del fondo de los mares,
la noche es humedad, sudor de cuerpos,
paraninfo al que acuden los filósofos tristes
rezumando lujuria,
pero la noche, amiga, también es el refugio
de un amor imposible y sólo éste,
el amor imposible,
se hace eterno,
ama sin esperar, no desfallece
y no sabe de rutas ni autopistas que lleven al olvido.
¿Será este tipo de amor del que me habla
esta bóveda azul
sin una nube?