Amada, a veces los días son negras noches y las noches se llenan de savia densa y clara. De luz encendida que corre por tus senos y sangre desramada para pintar el alba.
Amada, a veces la tarde muere en tus orillas y el ocaso te llama para tejer limpidas mañanas. Un collar de besos blancos cuelga por tu cuello y una cruz de manos en tu cadera se ancla.
Amada, a veces todo se desnuda en tu presencia y tú te vistes de rosas rojas, amarillas y rosadas. Y la palabra deja de tener sentido y solo los besos hablan en su lengua honda de sal y horas quemadas.