EXTRAÑA CERTEZA
Perdido me encontré, buscando mil recodos.
Anduve en fumarolas esparcidas,
¡Miríadas de intersticios descubrieron mis ojos
y loco me creí!
Mis pasos transitaron aquella geografía,
en pos del paraíso
y no supe de mí.
Fue un viaje de locura
al descubrir de pronto
el derrame total de un universo oculto.
De espacios cristalinos de humedad,
fui navegante.
La subterránea sensación
de placenteros goces, lejos de mi disfrute,
atrapó mis sentidos.
Aprisionado por la razón sin tregua
se me ataron los pies para que no encontrara
de las mieles el cántaro abundante
que el generoso Eros,
suele en las primaveras ofrecer.
Transité por caminos de sedosa textura
y llegué a los extremos de una diosa, los pies.
Regresé cuesta arriba y por poco me pierdo
en la húmeda selva de un secreto vergel.
“Es un sueño”, me dije y “me siento perdido,
bautizándolo todo con nombre de mujer”.
Presuroso alcancé la cuesta de un ombligo,
-en realidad, no sé-
si era el centro de aquel universo de sueños.
Tampoco supe entonces donde andaba extraviado
y una cálida ola ¡Que sensación la mía!
Me empujó hacia la cuesta de un soberbio picacho,
que audaz lo coroné.
Miré hacia el infinito, atisbando galaxias
y descubrí de pronto que eran dos las montañas,
dominando el espacio de aquellas vastedades,
hasta que desperté con un sabor a cielo,
recorriéndome el cuerpo:
¡Fue la extraña certeza de que anduve en tu piel!
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