Amelia Suârez Oquendo

CENIZAS DE AYER

Amar sin pensar en el pasar del tiempo.

Mi hálito en tu pecho, mi cabeza en tu hombro.

Mi cuerpo, ávido, en tus brazos prisionero.

Tú y yo, haciendo el amor, con una pasión

siempre inmaculada, capaz de parir ardientes

deseos que hacen amar más y más pero siempre

 manteniendo un coito admirable.

 

Disfrutar la noche hasta que llegue el sueño.

Sí. Ese experto en acallar las voces y en cerrar

los ojos de los amantes cubriendo con bruma sus

vehementes anhelos. Amarra los brazos, esconde

las manos, apaga el fuego y deja huérfanos los labios

al perder sus cálidos besos y… hasta las palabras.

 

Se marchó la noche. Y también se fueron la luna y

las estrellas, dando paso a una joven  mañana

 que llegó acompañada de un  moderado viento

que acaricio la ventana de la habitación que, para

nada sorprendida, sólo se estremeció ligeramente.

Y me desperté por los sonidos o por el deseo de ti.

 

Las luces de la estancia estaban apagadas. Mis ojos

escudriñando la oscuridad te buscaron. Lentamente

la luminosidad del alba se hizo evidente y mi alma

certificó con exactitud la realidad: ¡Tú no estabas!

La ansiedad se desvaneció. Sentí una grata  placidez.

Era una señal. En mi corazón aún quedan cenizas de

nuestro ayer. ¡Ellas, cada noche, me acompañan!

 

Amelia Suárez Oquendo

10/03/2024