El destino en capricho,
celoso guardián de amores que brotan con artificio.
Cerró con llave dorada el libro de nuestro encanto,
dejándonos presos en un epílogo, cruel quebranto.
Las hojas en blanco, ansiosas de escribir nuestro mañana,
se quedaron mudas, como silenciosa campana.
Entre setos de suspiros, crecieron las espinas,
entrelazando sueños rotos en enredaderas divinas.
Laberinto de recuerdos, donde los senderos se cruzan,
nuestro amor, cautivo, en la trama se traduce.
Caprichoso destino, hilando un tejido de ausencia,
dejando en cada rincón el eco de nuestra esencia.
En el jardín de lo que pudo ser, se yerguen setos altos,
testigos de promesas, ahora guardan desgarrados saltos.
Aun así, en la penumbra de este epílogo callado,
resuena un susurro, un eco de lo que fue amado.
Oh, caprichoso destino, en tu danza implacable,
dejaste nuestro cuento en un eterno pasillo insondable.
Saludo a los días que no compartimos, a las noches en vela,
poema de seto, entrelazando nostalgia y cautela.