La verdadera belleza de una persona
no se halla en su apariencia física,
sino en el brillo de su alma pura,
en la luz que emana de su esencia.
En cada gesto de amor y bondad,
en cada palabra de compasión,
se refleja la verdadera belleza
de aquellos que tienen el corazón.
Un rostro puede ser hermoso,
pero si el alma está vacía,
carecerá de luz y de calor,
será como una flor marchita.
La belleza que perdura en el tiempo
es la que brota del interior,
es la que trasciende lo superficial
y llega hasta lo más profundo.
Así que no juzgues por las apariencias,
sino por la luz que irradian,
porque la verdadera belleza de una persona
siempre estará en su alma transformada.
“Serl “