roja rojez del carmesí
la felicidad de antaño
cubierta con silencio
ella era hermosa
desde cualquier ángulo que la vieras
cualquier percepción que pudiera
hacerte saber de su presencia
había ternura en su voz
inocencia en su mirada
amor en cada línea, en cada curva
en cada expresión de su rostro
sus labios carmesíes, más suaves
que la seda de las rosas o
cualquier otra flor
siempre que sonreían
te hacían sentir paz
pero nada me hizo sentir
el fuego...
enrojecido, silencioso, destructor
que desde el fondo
consumía sus pocos otoños
que eran toda mi felicidad
tan brillante y deslumbrante
como el cielo ardiente de la Aurora
que a los pastores
en las altas tierras y
a marineros en alta mar
predice la terrible tormenta
vi todas las señales
pero no las advertencias
no en la cruz de la entrada
de accidentes y emergencia
ni la nota manuscrita
que también en rojo añadía
«no se admiten acompañantes»
con el matiz triste
de sus labios carmesíes
me sonrió brevemente
con la sombra débil y apagada
de aquel tiempo primaveral
me envió un beso, diciendo
«adiós, mi amor» y
sin saberlo ella
«adiós mundo»
«adiós vida»