¡Oh senectud, qué ingrata eres
con la vida y con la piel!
Y tus hilos como nieve,
son cual flores de laurel.
En tu seno la experiencia
del pasado, del ayer,
con sapiencia ella se mezcla
en reflejos del saber.
Y la dicha de la vida
en los años se te ven
la templanza la cobija
porque ha sido tu sostén.
Ya tus pasos muy cansados
parecieran no llegar
pero jóvenes lograron
muchas metas alcanzar.
¡Oh senectud, qué ingrata eres,
con la vida y con la piel!
Y tus hilos como nieve,
son cual flores de laurel.
La mirada ya obnubila
el paisaje del ayer;
se aglomera la neblina
¡Qué difícil se hace ver!
La palabra entrecortada
como canta el torogoz
muy pausada se retrasa
y más griega oigo tu voz.
Ya tus manos inseguras
no controlan su temblor
pero son manos augustas
porque han dado mucho amor.
¡Oh senectud, qué ingrata eres,
con la vida y con la piel!
Y tus hilos como nieve,
son cual flores de laurel.
Los olvidos son comunes
y abundante es el sufrir
con dolores que te surgen
y estropean tu existir.
Gloria, gloria hoy a tus años
que has vivido con pasión
y también por el legado
que aportó tu corazón.
¡Oh senectud, qué ingrata eres,
con la vida y con la piel!
No permitas que te dejen
con desprecios y con hiel.