Cuarto menguante
Esa noche la luna menguaba,
se sentía serenidad y calma,
tu respiración se agitaba
y mis aguas se apaciguaban en tu aura.
Mientras respiraba en tu cuello,
la tentación de besarlo
me sentenciaba a un abismo
tan profundo como trágico.
Nuestras manos entrelazadas,
nos da la señal discreta
de querernos sin pena,
de extrañarnos en cada ausencia.
La luna todavía mengua
anunciando con discrepancia
tu nueva pasión encontrada
cuando me acariciabas con ternura.
Nos abrazamos con dulzura
como si el tiempo no existiera,
como si la dicha fuera solo esa,
amar y añorar con inocencia.
Acariciabas las heridas de mi alma
como si quisieras sanarlas,
como si mi oscuridad no te importara
Y me quisieras iluminar la vida.