Como las olas de un mar bravío
entre tormentas,
llega la noche con poderío,
llama a mi puerta,
miro sus ojos con desafío.
Mi voz rezuma,
desde mi pecho, rencor y miedo;
cojo mi pluma,
la vieja pluma que es mi sustento,
y entre la bruma
pido a la noche que no me lleve;
sin vacilar
hundo mis manos bajo la nieve,
ruego piedad;
y ella me grita que sea breve,
que tiene prisa
que mi jugada ya se ha acabado,
que en la otra orilla
me espera un astro tierno y dorado
con perspectivas
a mundos nuevos por descubrir
a un mar violeta,
a un cielo eterno color marfil
donde el poeta
empapa su pluma en la matriz.
“¡Rápido noche
llévame pronto, es mi ocasión!
da igual a donde
mira que estalla mi corazón,
no te demores.
Que ya ando presta para este trance,
en mi equipaje
guardo promesas de un nuevo lance,
y en mis andares
forjo los versos de algún romance”.