En el último suspiro de estas páginas,
yace la crónica de la mujer doliente,
que talló sufrimiento en cada línea,
sus penas entrelazadas con tinta ardiente.
Este libro se cierra con un susurro,
pero el eco de su dolor perdura,
resonando en las sombras de mi alma,
recordándome que el sufrir no se apura.
Algunos capítulos no se borran,
sino que se vuelven parte indeleble,
de la historia que fue vivir,
un testimonio de lo que es ser sensible.
Así el tiempo esculpe nuestras vidas,
en cada palabra, en cada herida,
pero aún en la oscuridad,
la esperanza brilla, renace, reverdece.