Con casi todos los días, a las dos de la tarde en forma puntual,
Sale al patio ancestral Blanca Celiz en su silla de ruedas,
Mientras sombrea, bajo el añoso y frondoso algarrobo
Observa las flores de su jardín casi marchito,
Se mezcla en el aire, el sonido de los coyuyos,
El trinar de los gorriones y en el bullicio de un puñado
De niños refrescándose en el canal San Martin.
La mujer, solo cuenta con la compañía de dos perros flacos
Que a sus pies, cual fieles centinelas cuidan cada movimiento
Extraño a la casa, paran sus orejas y ladran con el paso
De algún extraño por la calle.
Ella sostiene un pañuelo blanco entre sus manos
Es para cubrir su rostro y tantos recuerdos perdidos,
También lo usa para secar las lágrimas
Que produce el dolor de tantas ausencias.
La vieja casita y el patio ancestral, es su refugio,
Hay un cielo maravilloso esta tarde, el sol la acaricia o la consuela,
No lo sé, ahora me marcho, mañana tal vez,
Le brindare un poco de mi compañía,
Blanca Celiz, estará allí como todas las tarde
Puntual a las dos de la tarde.