Mi recuerdo me lleva hoy a ese invierno
con mis pantalones cortos, que otra cosa no se usaba,
y que no protegían a mis piernas ni del frío
ni del duro almidón del guardapolvo blanco
que las rozaba sin virtud.
El frío sólo era guardado como en nido
por la tibia mano de mi padre tomando mi niñez
y allí estaba seguro mi mundo, en esa mano.
Me recuerdo ahora impecable, mi madre amando,
con medias hasta las rodillas y corbatín de lazo
y en paso temeroso al aula con nariz y orejas rojas
y la tibieza de esa mano, sí, esa tibieza.
Esa tibieza de amparo fue amparo entonces,
en el invierno del recuerdo,
y se proyectó en el tiempo cuanto fue necesario
para que el hombre se amparara en el recuerdo tibio
cuando algún frío tocó su alma
o alguna angustia necesitó su abrigo.
Y complacido hoy, a la distancia, advierto
haber retribuido con mi mano esa tibieza
cuando el ser que me anidara
me necesitó llegando a sus orillas.
De mi libro “Del ser de mi existencia”. 2018 ISBN 978-987-4004-71-0