Un polisón de bajas vanidades
arma de petulancia su talante
por la pompa del verbo que, al instante,
clama altanero míseras maldades.
Las jactancias se visten de verdades
y en su boca se prueba la irritante
soberbia de los labios del farsante.
¡Cuánto alarde que atonta voluntades!
Ignora la modestia y la humildad,
aunque al aire de diva extraviada
pretenda convencer sobre su estrado
de cosas que ella llama ‘libertad’.
Su mente divagando por la nada
trae humos del sermón de un trastornado.