Moría el día y la luna nacía de color cereza.
Apoyado en una lágrima contenida
veo el sufrimiento amado
de feliz pasado y de futuro incierto.
El final de la vida está allí
encerrado en un ser,
pero triunfante y seguro.
Estoy viendo una agonía
con dolores que no caben
en aguas salinas.
Y la pupila se abre sin florecer
buscando la luz del silencio
para contener a la lágrima.
La luna de color cereza, dejaba morir el día.
De mi libro “Del ser de mi existencia”. 2018 ISBN 978-987-4004-71-0