(Dedicada a esos seres que desgraciadamente están multiplicados).
Humanidad que navegas
con un sino siempre atroz,
escuchando en todas partes
lo falsario y lo feroz.
Donde la trama se teje
cual telaraña pensada,
que se da desde el principio
igual que una puñalada.
En este teatro inaudito
convergen la falsedad,
que unida con la maldad
crean un dúo maldito.
Es común ver la careta
al que vive de impostor,
creando solo zozobra
y ocasionando dolor.
Pues con alma de chacal
hay que en la vida nacer,
para luego cometer
cualquier acto criminal.
No se amilana el que obra
de esa forma irregular,
y que cambia en su camino
el bien por hacer el mal.
De la infamia y la mentira
que es su origen verdadero,
van formando enredaderas
y ramas cual embustero.
Sus laberintos son ciertos
y es su mas fiel devoción,
reincidir en los entuertos
y esparcir su condición.
De melómanos atroces
que sin mínimo despojo,
van propagando a su antojo
las mas maléficas voces.
Ya que están siempre al acecho
como un buitre vigilante,
y en un momento impensado
dar el zarpazo aberrante,
Propio de su mismo entorno
el que los ve desfilar,
con sus ropajes creados
para poder engañar.
Se envuelven y se camuflan
con mil formas mentirosas,
y promocionan su imagen
como si fuera otra cosa.
Aduladores insignes
amigos de lo inmoral,
de componendas infames
amantes de lo ilegal.
De orígenes tan diversos
con un germen de maldad,
siguen trayendo desgracias
en base a su falsedad.
Van sembrando la discordia
van regando su veneno,
son los magos del engaño
y de todo lo protervo.
De escondidas intenciones
en su afán de gabelar,
no paran en esquilmar
en los últimos rincones.
Ya que es solo la ventaja
lo que sin duda los guía,
y los hace proceder
con descarada porfía.
¿Donde no hallarlos?
la respuesta trae razón,
sin señales de ocultarlo
ya no es interrogación.
Pues se encuentran repartidos
casi en toda la nación,
por origen demoníaco
o por una maldición.
Enquistados en gobiernos
son el clásico arlequín,
o en las universidades
a las que orillan al fín.
Los vemos en todas partes
en la iglesia, en la oficina,
en reuniones de fraternos
y a veces en las esquinas.
Pululan en los espacios
que les da la sociedad,
su fiel caldo de cultivo
para sembrar lo fatal.
Agoreros de desgracias
y de todo lo irreal,
consumados en el arte
de la infelicidad.
Políticos de avanzada
que inauguran su ajedrez,
y en cada nueva jugada
alguien ha de padecer.
Saltimbanquis, maromeros,
oradores delirantes,
escaladores con fuero
al fin y al cabo farsantes.
AB JORGE LUIS MURILLO ESTRADA
18-11-09