En un reino lejano, sin tiempo ni edad,
vivían dos amantes, Luna y Sol,
su amor era intenso, eterno y leal,
pero la distancia los separaba en su rol.
Luna brillaba en la noche serena,
anhelando la calidez de su Sol radiante,
pero en el horizonte él se eleva, condena,
cada día, distante, y su amor es distante.
Sol, poderoso y radiante en el día,
buscaba a Luna en el cielo oscuro,
pero en vano buscaba, no hallaba su guía,
sintiendo el vacío, un amor tan puro.
A pesar de la distancia abismal,
sus corazones latían, unidos en amor,
Luna y Sol, en un lazo inmortal,
demostraban así su fuerza y su valor.
En cada amanecer y cada anochecer,
su amor perduraba, sin temor ni duda,
recordándonos que el amor verdadero puede vencer,
incluso la distancia más aguda.
Así Luna y Sol, en su eterna danza,
nos enseñan que el amor es la luz guía,
que brilla siempre con esperanza,
aun en la más profunda lejanía.