Que del amor en la vida
siempre me he sentido preso,
puede ser que sea, por eso
que aunque me esconda, me siga¡
y enamorado me encuentro.
Que no encuentro la medida
ni la balanza que usar,
que aunque este mal que lo diga
me enamoro sin pensar,
y no encuentro una salida.
Que es verdad que en mi pueblo
todos saben como soy,
que al amor nunca le doy
esquinazos ni rodeos,
y donde este, siempre voy.
Que me gustan las mujeres
no es mentira, no lo niego¡
doy amor siempre que puedo
y con ellas siempre estoy,
entregándome al deseo.
Orgulloso no me siento
ni tampoco me reprimo,
la mujer del panadero
sabe bien lo que les digo,
cuando hablo de deseo.
También la de correos
me conoce, pero bien
pues mi amor se lo entregué
sin tener sobres ni sellos,
pero bien que la gocé.
Al pobre del butanero¡
no me quiero ni acordar,
mientras el reparte el gas
yo a su mujer me la bebo,
con sorbitos de champagne.
Y a mi señora alcardesa¡
mi respeto y el de todos,
pero vestidos y bolsos
se los arranco a ella,
para que sienta buen gozo¡
La verdad, no tengo cura
ni la busco, ni lo intento,
es amor que llevo dentro
y lo entrego con dulzura,
sin pensar si esta mal hecho.
A la que vende la fruta
o el pescado en el centro,
todas ellas me disfrutan
la mujer del camarero,
y la del puesto de mudas.
La que vende los cupones
y la mujer del sargento,
o la esposa del maestro,
saben bien de mis amores
y que doy siempre el que tengo.
Que del amor en la vida
siempre me he sentido preso,
y soy preso del querer
por eso te digo, vigila¡
guarda bien a tu mujer,
por si paso por tu pueblo
que mi amor, siempre daré,
porque no tengo remedio¡