el brujo de letziaga

A la hora del baile.

La dama lucía un vestido de seda azul
con blancas alas de cristal.
Era una cascada de besos en las flautas del viento,
de unos labios que van a servir al amor.

 

El centinela de la noche al guiarla con su danza
la regaló una perla con cada estrella,
mientras sonaba una melodía
con la sinfonía de unos violines llenos de caricias.

 

Un frescor a pino y menta
entraba por la ventana del alma,
cuando entre los fulgores de unas candilejas la susurró:
-Como me amas te amaré-

 

Entonces la noche lunar
se hizo de alambre,
cuando la luz se apagó
a la hora del baile.