Mariposa muerta sobre la vereda,
amarilla azul,
con las patas cortas
y el estilo delineado de una hoja.
Vida simple de volar de un lado a otro
en el inmenso panorama
de una existencia mucho más simple
que el libar a diario el almíbar de una flor.
Caída sobre la tarde, caída.
Quieta bajo el aire
que con soplos muy cortos
mueve despacio el cuerpo inerte
sobre el polvo del camino.
Mariposa muerta,
alas marchitas para siempre
en el infinito restrojo
de una realidad sin horas.
Dibujo pasado
entre flores que olieron tu figura,
y pétalos que rozaron tus antenas.
Hoy, a esta hora,
cuando el cielo nublado de Lisboa
parece memorizar tiempos distantes,
tu sigues viva mostrando
el amarillo azulado de tus alas
en el fantasmal diluvio
de lo que fue tu vuelo.