Y si nos obligaran a tener los ojos abiertos,
los oídos atentos y los pantalones bien puestos.
¿Cuántos secretos quedarían al descubierto?
Los inocentes estarían sueltos y los culpables pagando su error.
Seríamos iluminados con la luz de la verdad.
No habría cabida para la duda,
y ya sea con el sol o con la luna,
siempre habría un rayito de luz
nunca habría oscuridad.
No existiría la incertidumbre.
Decir la verdad sería una costumbre.
Ni quien mienta o quien oculta.
No habría falta ni culpa.
Todo estaría expuesto para bien o para mal.
Podría existir la paz,
la union, la integridad.
Y ya bastos de franqueza
y hartazgos de confianza
los portadores de lo irrefutable
harían evidente lo inevitable.
La verdad que no permanece oculta
estaría en boca y oídos de todos