¡Joder, qué dos pechos!
Su cuerpo renacentista me provoca
con su sacrílega transparencia.
La escena sucede tras una bola de cristal,
donde su mirada baraja mis tiempos
bajo la luz de una vela.
Hablando el embrujo
entre dentelladas de nicotina,
cartas y astronomía en su mesilla nocturna.
Uñas como lápices extienden el naipe
en el plenilunio de ésta hora bruja,
ungida con aceite de infierno.
Mi deseo se desmadra
sobre el cráter de jabón francés de su boca,
poseso estoy como un vigía.
¡Invítame bruja!
A despintar donde sientes
los roces y caricias del pintalabios.
Adivinar entre los muslos tu horóscopo,
desvalijar los crucifijos de tu escondrijo
en el carnaval de mis impulsos.
Permíteme que te invada,
la ventana abierta de ésos labios
que descifran tus misterios.