En mi mano sostengo
un pañuelo blanco teñido,
de lágrimas y suspiros,
de historias no olvidadas.
Cada pliegue guarda
un recuerdo amargo,
de un amor perdido
o un sueño desvanecido.
Sus bordes desgastados
por el paso del tiempo,
testigos mudos
de tantos sentimientos.
Blanco como la nieve,
puro como el amor,
el pañuelo que guardo
con fervor en mi corazón.
En él deposito
mis penas y alegrías,
mis secretos más íntimos
y mis más dulces melodías.
Así, el pañuelo blanco
se convierte en mi tesoro,
mi confidente fiel
en este mundo tan incierto.
Y mientras siga en mi mano
este pañuelo bordado,
sé que nunca estaré solo,
pues siempre estará a mi lado.
“Serl”