Arremete el temporal
con garras de frío y viento
a la barca, fiel hogar,
del que cree ser marinero
y patrono de la mar.
Enmudece el vendaval
las plegarias y los rezos
de quien gobierna al azar,
con dudas y rumbo incierto,
en toda esa inmensidad.
Asedia la tempestad
a quien olvidó el respeto
que hay que tener a la mar,
quedando a merced del tiempo
y de sus olas de sal.
Ensordece el huracán
la queja del bajelero
que con rabia de titán
mantiene el timón sujeto
creyendo poder ganar.
Apremia el señor del mar
a quién no cumple el precepto
de acatar su autoridad
cuando se abandona el puerto
en busca de libertad.
Inconsciente capitán,
aprendiz de marinero,
confundiste ser audaz
con la intrepidez y el riesgo
de quién era tu rival.