De su tez modesta de carpintero
cortada por la corona de espinas,
su sangre forma cascadas divinas
que a sus pies caen, y forman sendero.
Decidme si hay amor más verdadero
que aquel de Cristo, que a faldas vecinas
del Calvario sintió por las cetrinas
vidas que de él hicieron prisionero,
pues su sangre, que del árido suelo
hizo brotar tu serena hermosura,
sagrada y venerable en todo aspecto,
despierta dentro de mí aquel anhelo
que ni por lujuria, envidia o usura
suprime mi amor por tu ser perfecto.