Rota el Alma
Por Incontables Dolores del Mundo,
Ya no Intento ni puedo Seguir.
Se Apagan los Brazos
y queda Sola, la Sola Fuga
de esta Tierra
sin Cima,
Sin Amor,
Sin Piel.
Inmensidad y Sola Soledad de Muerte Torcida,
que No Permite a las Almas
Sentirse Vivas.
Espejo que Muerde.
Espejo que Añoso
Vislumbra una Silueta
que Ya no es la Mía.
Dame,
Damelas,
Dame la Esperanza,
Dame el Sol.
Dame!
Damelas!
Antes que en la Furtiva Noche
y el Instante Abrupto
que no Espera,
Muera mi Espíritu
de Tantas Amarguras
y Dolores que
Como la Indómita Soledad
No Sabe adónde Ir.
Dame!
Damelas!
Dame la Quietud y la Verde Esperanza.
Entre las Calles de mi Casa
se Escuchan Ruidos Estridentes
que llevan a la Incógnita Gente
a Trabajar,
Mientras mi Voz Musita en Murmullos Silentes,
Aquel Nombre Jamás Olvidado.
Dame!
Damelas!
Dame el Sol y la Verde Esperanza!
¡Que ya No quiero
Oír esas Voces Trilladas
que Caen en Intrincados Barrancos!
Los Autos , las Bocinas de Sonido Agudo
lastiman, Hieren los Sentidos,
Y Apagan mis Alas Veladas
y ya sin Libertad.
Y en esta Sonora
Vida Extraña,
se Escupe la Entraña
de Aires,
Pasados,
de Aguas y Fuegos.
Mientras el Madero de Aquel Viejo
Mueble,
Se Hunde,
Ya! sin Luces
Ni Cadenas,
Estancado entre las Oscuras Sombras
que Ciegas ya No puedo Ver.
¡Y Ya No Sé
No Sé,
No Sé,
Dónde Ir!...
(Patricia)