Patricia Aznar Laffont

Dame, Damelos!

Rota el Alma

Por Incontables Dolores del  Mundo,

Ya no Intento ni puedo Seguir.

 

Se Apagan los Brazos

y queda Sola, la Sola Fuga

de esta Tierra

sin Cima,

Sin Amor,

Sin Piel.

 

Inmensidad y Sola Soledad de Muerte Torcida,

que No Permite a las Almas

Sentirse Vivas.

 

Espejo que Muerde.

 

Espejo que Añoso

Vislumbra una Silueta

que Ya no es la Mía.

 

Dame,

Damelas,

Dame la Esperanza,

Dame el Sol.

 

Dame!

Damelas!

 

Antes que en la Furtiva Noche

y el Instante Abrupto 

que no Espera,

Muera mi Espíritu

de Tantas Amarguras

y Dolores que

Como la Indómita Soledad

No Sabe adónde Ir.

 

Dame!

Damelas!

Dame la Quietud y la Verde Esperanza.

 

Entre las Calles de mi Casa

se Escuchan Ruidos Estridentes

que llevan a la Incógnita Gente

a Trabajar,

Mientras mi Voz Musita en Murmullos Silentes,

Aquel Nombre Jamás Olvidado.

 

Dame!

Damelas!

Dame el Sol y la Verde Esperanza!

 

¡Que ya No quiero 

Oír esas Voces Trilladas

que Caen en Intrincados Barrancos!

 

Los Autos , las Bocinas de Sonido Agudo

lastiman, Hieren los Sentidos,

Y Apagan mis Alas Veladas

y ya sin Libertad.

 

Y en esta Sonora 

Vida Extraña,

se Escupe la Entraña 

de Aires,

Pasados,

de Aguas y Fuegos.

 

Mientras el Madero de Aquel Viejo 

Mueble,

Se Hunde,

Ya! sin Luces

Ni Cadenas,

Estancado entre las Oscuras Sombras

que Ciegas ya No puedo Ver.

 

¡Y Ya No Sé

No Sé,

No Sé,

Dónde Ir!...

 

(Patricia)