Y pasaron los días de verano
y durmieron las tardes del otoño,
se acabaron los ratos del invierno
con las nieves serenas y sus copos.
Madrugó, sin querer, la primavera,
y brotaron las rosas y gladiolos,
y una luz se extendió por las pupilas
con sonrisas, divinas, en los ojos.
Recobraron su gracia los cerezos
y las fresas se unieron a este coro,
donde luz y colores se juntaban
regresando las setas y los gnomos.
Y latieron, con fuerza, las campanas,
en los pechos de cuerdos y de locos,
porque amaban, sin más, la poesía,
con sus versos de seda y alborozo.
Se cerraron así, muchos recuerdos,
y quedaron tranquilos y en el lodo,
las pasiones y guerras de los hombres,
y los niños jugaron con los cromos.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/03/24