De niño amé tus ojos y tu risa,
tu corazón, tu piel y tu contento,
tu resplandor, tu fe y el alimento
de inmenso amor donado sin premisa.
Amé tu lealtad, tu ley, tu prisa,
tu voluntad, el perfumado aliento
de tus besos, y el ideal intento
de dar seguridad con tu sonrisa.
Y ahora la muerte perversa y fría
intenta destrozar mi amor profundo,
cambiándome tu luz, tu fe, tus besos,
tu corazón, tu piel y tu alegría,
por un odioso y atormentado mundo
de olvido, de egoísmo y de desidia.