Abrimos la ventana del lunes
y el gris nos muestra la indiferente
presencia de la gente, los coches o los árboles desnudos.
Frente a frente sentimos la calidez
que nos ha dejado la noche del domingo.
Los demonios maravillosos
nos esperan para hacernos
felices en la ausencia. ¿Será verdad?
No puede serlo. La vida nos separa
cada lunes sin hacer ruido,
como el mar borra la arena,
y la calle impasible nos arrebata
entre su luz y sus rumores
la sonrisa, mientras escuchamos
a Edit Piaf tararear las hojas muertas.