Darío Méndez

La luna en mi ventana.


 

La luna, cual antorcha de plata,
se asoma curiosa en mi ventana.
Enciende la noche estrellada,
ilumina mi rostro, se inclina turbada.

Su voz apacible, suave y grata,
con rayos me acaricia, con su mirada me abraza.
Es una dama de tiempo, sabia en sus palabras,
que ha visto mis lágrimas, atenta a mis plegarias.

Consuela a los poetas, en noches desveladas,
que buscan en su brillo, inspiración aclamada:
“Deja atrás la culpa, que la paz arrebata,
y entiende que hay seres, que, aunque amados, desatan
torbellinos de angustias, heridas que sangran.”

“Suelta la tristeza, que en tu alma se atrapa,
y observa la belleza de cada mañana.
Porque la esperanza, que a veces se tarda,
Como el sol revive detrás de la montaña”

Se despide la luna, dama sabia y amada,
recorre la noche, su luz nunca se apaga.
Se detiene piadosa, en cada ventana,
ofreciendo consuelo, a las almas cansadas.