Entretejen tus manos queridas
los tientos del poncho
la Patria, la vida.
Tantos años cuidando de todos
moldeando la masa
gardenias y lodo.
Esos dulces que vos nos traías
esencias que añoro
aromas de día.
La arboleda pintaba a sus modos
trocitos de plaza
de fe y decoro.
Tu enseñaste millones de cosas
la prosa, el canto
y a querer...
¡del todo!