EL VIAJE
Anda la vida. Rodando las ruedas.
De los cuatro puntos marcan distancias.
Tierra en la mano, sombra en las huellas,
la libertad se derrama en pacífica fragancia,
y se vuelve en el alma identidad de belleza.
El alma persiste disímiles horizontes.
El paisaje perdura en prolongadas retinas.
Ruedan las ruedas, praderas y montes.
Campos y sueños, donde el grano se hace espiga,
y el cielo se enciende de suaves rubores.
Caminos y regatos sosiegan el alma,
el genio cantarín regocija en impulsos.
Entre la niebla que alborea su infinita calma,
cual abeja voy libando el néctar del mundo.
La nostalgia es pan y vida, el olvido, nada.
Pasa y pasa, arrastrando viejos silbos.
Pasa y repasa ciñendo el alma a su partida.
Reconozco el paisaje, notas del recuerdo mismo
cruzando por el valle de la melancolía.
Pasa y pasa, arrastrando viejos silbos.
Anda la vida. Rodando los caminos.
Te diré, viajero, que el alma se reparte
devorando paisajes de anís y tomillo.
Amigo, el alma se queda cuando parte,
mas también te diré, que la llevo conmigo.
Ángel Alberto Cuesta Martín