¿Por qué me das dolor?, pregunté,
¿de qué sirve la salvaje angustia?,
¿por qué esta inaudita enfermedad
qué mi solidez logra esconder?
¿por qué me acomete con tal furia
esta terrible debilidad
que me consecuenta a padecer?
¿Si la existencia es frágil y hermosa,
como puedes permitir el llanto
de mi atribulada familia?
¿si aquella abundancia generosa
se me ha arrebatado sin recato
y lentamente se consumían
mis antiguas sendas luminosas?
Escucho este absoluto silencio,
que tan perturbador e insonoro
ensordece todo al rededor,
¿cuál escondida respuesta encuentro
ante este inhumano deterioro?
Te interpelo gran inquisidor:
¿cómo podría yo comprenderlo?
A mitad del obscuro sigilo,
te voy escuchando entre susurros
ensordecedores de paciencia,
me vas manifestando los hilos
de mi circunstancia y del futuro
que se va nublando en la conciencia
de impíos sufrimientos sombríos.
Veo al final del duro camino
que todo tuvo siempre razón
y cada cosa es parte de un plan,
la prosperidad tuvo sentido
mas el dolor tenía sazón,
pues finalmente todo será
parte del trascendente destino.
Pues sufrir no es solo padecer,
es el honor de poder contigo
compartir un poco tu pasión,
es simplemente pertenecer
al eterno proyecto infinito
de la economía de redención
que tu amor implanta por doquier.
Siendo así, no pido la salud,
solo permíteme aquilatar,
y a los míos deja comprender
la gracia en tan sinigual virtud,
que en vida me permite purgar
y del mal ajeno responder
partícipe de tu plenitud.
Hoy entiendo este dolor florido,
las angustias me dan las respuestas
y van apaciguando inquietudes
pues mi corazón está recogido
para beber el cáliz que aprestas
a tomar confiado y sin tabúes
y exclamar: \"ya todo está cumplido\".