Un día, el sol brillando,
tomaste de las crines al tobiano
y creciste en mi mirada y en mi voz
al galope tendido de tus sueños.
Calor de vida, espinillos dorados,
espina y tala, monte y aguas sonoras.
Corazón y latidos en los cerros
músculo y sangre y lúcida mirada.
Y un día el cielo se nubló
y fuiste hombre arropando los espacios
en esa, mi pausa necesaria.
Sin dejar mi cercanía ni mi voz,
fue tu ser brújula y presencia
donde eran obvios genes ancestrales.
Mi sentir, henchido sintiendo tu sentir
de orgullo y brillo saturó mi alma.
a Carlos María
De mi libro “Del ser de mi existencia”. 2018 ISBN 978-987-4004-71-0